Les llegó el turno de salir de marcha a los Rangers. Estaremos dos días alejados de nuestros “tutelares pinos”. En las mochilas transportamos todo lo que necesitamos para pasar este tiempo en el monte, en nuestra cabeza no cabe más ilusión.
Aparecen las primeras rampas y nuestro
cuerpo se debate entre el cansancio y el empuje. El puerto de Candeleda, paso
natural de comunicación con la meseta nos brinda un inmejorable fondo de
fotografía.
Tenemos enfrente el perímetro exterior del circo de Gredos, un
último esfuerzo y ya estamos en la que será nuestra casa por hoy. ¡Qué suerte!,
dormitorio, comedor, salón de juegos, gabinete de estudios astronómicos, cuarto
de aseo… ¡todo en una sola pieza y con la mejor cubierta imaginable!
Oración de la mañana con los poros abiertos y volvemos a la
mochila, a avanzar en fila y mirar de reojo a los compañeros, atentos a
cualquier necesidad.
Queda cumplir con el objetivo numérico de la jornada:
contemplar las principales cumbres del Sistema Central desde el mejor de sus
balcones, los dos mil trescientos ochenta y nueve metros del Morezón. Y claro,
es inevitable que en semejante lugar resuene, un año más, el himno del Colegio.
La bajada hasta el campamento se aprovecha para saborear
cada detalle compartido y guardar en lugar preferente de nuestra memoria las
emociones vividas.