Con el cuerpo aún exhausto, pero el alma plena, nos despedimos. Ha sido un campamento magnífico, desde el primer hasta el último acampado ha disfrutado de cada una de las actividades, comidas y juegos.
Hemos logrado conformar una pequeña (o gran) familia de 128 personas, que, durante 13 días, ha convivido en paz, armonía y diversión. Como comentaba un miembro del "kraal" (equipo de monitores), el éxito del campamento reside en que "transforma a la gente si le sabes poner un poquito de locura y una pizca de cordura". Este año, la mezcla ha sido perfecta.
Gracias, no hay mayor regalo que volver al sitio de nuestro recreo un verano más. Pisar Gredos significa evocar tantos recuerdos que nos han acompañado desde nuestra más tierna infancia hasta la actualidad. En Gredos hemos crecido y madurado, llorado y reído, subido cumbres y descendido las mismas... Gredos, Hoyos del Espino, el campamento, son nuestro hogar. Oler la humedad que impregna el campamento al atardecer, mientras Antonio sj celebra la Eucaristía, el piar de los pájaros al alba y las guerras de cánticos en el comedor serán recuerdos que acompañarán a sus hijos toda la vida.